La añoranza del mar es una patología incurable que padecemos todos quienes hemos nacido en la costa, porque cuando has pasado los primeros años de tu vida oyendo el sonido de las olas como fondo de los amaneceres y atardeceres, el olor del océano-mar (al decir de Baricco) como perfume de las tardes y has pisado a diario la arena de la playa con indiferencia total por el tiempo, sin importarte si hace frío, si el viento te vuela los pensamientos o si la humedad de la lluvia te empaña el paisaje, si las gaviotas y sus graznidos te han recordado más de una canción, si el temporal te ha despertado por las noches y los bramidos que oías eran el oleaje salvaje de la tempestad... ¿cómo, entonces, puedes de repente resignarte a vivir sin el horizonte azul como remate de sus disquisiciones?... es francamente, difícil. Por eso, muchas veces, se cuela en mi imaginación el mar y me parece que hay calles, cuestas y avenidas que cuando las recorra llegaré a la playa. Y si estoy triste me calma mirar un rincón elegido arbitrariamente hace años donde me imagino que comienza el mar, me asomo a la ventana y en la lejanía gris de una perspectiva familiar siento que está el mar y todo se soluciona, las corrientes vuelven a sus cauces y se puede respirar a gusto porque la playa está casi a la vuelta de la esquina.
Y si encontramos un poeta que lleve en mar impreso en sus versos, aunque sea invisiblemente, porque sus poemas no hablan del mar, sino que interpretan la vida como lo hace un marinero, con la paciencia y reiteración de las olas, con el ritmo de las mareas, si ese poeta busca en los faros una respuesta y se ha atrevido a entrar en el mar de noche, entonces, sabes que hay alguien que te comprende, que te interpreta y que expresa y dice lo que tú no puedes y ese poeta marinero para mí es Lluís Llach.
http://www.youtube.com/watch?v=lwL09hMXy5Y
Y las piezas que os muestro a continuación las he hecho escuchando sus canciones, la cadencia de su sonido catalán tan peculiar y entrañable.
